El 31 julio se celebra la festividad católica en honor a San Ignacio de Loyola, santo singular no sólo porque, según se dice, recibiera en dos ocasiones la visita de la Virgen María, sino porque como dejó claro Roland Barthes ( Sade, Fourier,Loyola, 1971) inauguró un nuevo lenguaje.
Aquel nuevo lenguaje, explícito en los Ejercicios Espirituales ( 1548), adelantó la reflexión moderna sobre el yo y sus circunstancias , a pesar de presentarse como lider de una Compañía que articuló la acción de la Contrarreforma iniciada en Europa.
Esta paradójica actividad tan ordenada estratégicamente por su marca de fábrica militar, no fue sino una manifestación más de aquella constante histórica que muestra que los vencidos acaban por aculturizar a los vencedores.
Y buena prueba de ello ha sido la vehiculizacion de todas las corrientes ideológicas propias y ajenas a lo largo del devenir de la Compañía de Jesús, desde el Renacimiento solapado protagonizado por Baltasar Gracián en el siglo XVII hasta la asunción silente de la Teología de la Liberación de Ignacio Ellacuría en el XX, pasando por los tantos expertos en materias diversas o en otras culturas – como la larga tradición de estudios orientales.
Pocas organizaciones han conseguido aunar tanta ortodoxia y heterodoxia en su seno y hacer de ello una de sus principales características.
Por ello , acaso, la aureola de este día en el que murió el primer General de la Compañía en 1556 forma ya parte de la cultura popular : no en vano, y siguiendo una pauta de legitimación clásica, este 31 de julio se ha reivindicado como fecha de la fundación del PNV en 1895…y de ETA , en 1959…