ALCALDÍAS (¿horteras?)

«En más de una ocasión,me he escandalizado de que los alcaldes no estén controlados, y de que se les conceda poder para destrozar las ciudades y privarlas de su carácter asentado a lo largo de siglos. Lo consiguen mediante obras superfluas y desdichadas que a menudo las vulgarizan y afean. Lo que ya me parece insólito es que también tengan poder para redecorarlas a su hortera antojo, como si fueran sus dormitorios; a pintarrajearlas de arriba abajo como parvularios«.

Estas palabras no proceden de ningún urbanista crítico ni de ninguna asociación de vecinos preocupada por su barrio. Pertenecen a la última columna publicada por Javier Marías, escritor de quien admiro su obra narrativa, pero con quien suelo discrepar a la hora de sus artículos de opinión, bastante exaltados y terminantes.

Pero en este caso, creo que su opinión, referida explícitamente a Barcelona e implícitamente a Madrid, no hace sino apuntar a un fenómeno que se ha generalizado en muchas ciudades y que Marías describe con mucha precisión en varios de sus aspectos.

Así, en la cuestión referida al poder de las alcaldías y de sus correspondientes mayorías consistoriales para decidir in extremis sobre los planes de urbanización sin mayores consultas que las burocráticamente fidelizadas. Y en relación a lo anterior, a la incapacidad de tener la menor perspectiva histórica, permitiéndose hacer y deshacer o, peor, deshacer y volver a hacer, edificios y manzanas enteras al calor de la especulación inmobiliaria. Y, por supuesto, en la mención acerca del infantilismo decorativo que a algunos ( y a algunas, of course ) hasta les parece alegre y combativo.

De todo lo anterior no cabe deducir sino que, amparados en una democracia formal abducida por las direcciones de los partidos políticos, las dinámicas municipales parecen mayormente más propias del caciquismo decimonónico que del ya bien entrado el siglo XXI que nos informa, relegando a los representantes y movimientos de la sociedad civil al silencio administrativo , como en otros tiempos la Inquisición relajaba a los reos al brazo secular para no contaminarse…

Pero, otro sí, el caracter hortera de algunas intervenciones, ¿ no resulta un tanto inquietante?

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