Ayer por la tarde me pasé por la excelente librería Documenta y compré varias obras de Gaziel , Pla y Espriu. Después fui a tomar un té en la terraza de una esquina perdida del Eixample , buscando ese anonimato que se puede encontrar en una gran ciudad.
Mientras hojeaba el libro de Espriu, un breve pitido del smartphone me indicó que había recibido un email. Lo abrí y lo leí. Una lectora se quejaba del esquematismo con el que había hablado del nacionalismo vasco en mi última columna.
Como antes se decía ,Doctores tiene la Iglesia , y yo añadiría que cada Iglesia los suyos, y quien quiera profundizar tiene ya mucho para leer y reflexionar. Pero , en lo que a mi respecta , continúo pensando que en el caso del nacionalismo vasco el aspecto de su base social pequeño-medio burguesa es fundamental , aunque en el más radical haya una impronta rural no ajena al carlismo ( que conecta en su anticapitalismo con el mundo abertzale.
Y también continúo pensando que lo anterior – que tan claramente delimitó el propio Sabino Arana- es una clave fundamental para comprender su alternancia ideológica entre la democracia cristiana y una tímida socialdemocracia.
Y todo esto y el deseo de escribirlo como ahora lo estoy haciendo fue tomando cuerpo mientras bajaba luego por la Rambla de Catalunya entre masas de turistas drásticamente semi- vestidos , sorteando con habilidad bicicletas , skates , mini-motos y algún que otro segway…con la intención de recoger a las chicas y acercarnos a cenar al Nuria, un lugar al que voy siempre que puedo desde hace casi cincuenta años.