BIBLIOTECA(S)

He de confesar que espero con una leve ansiedad el levantamiento de la veda que permita acudir a las bibliotecas.

Pues a pesar de que dispongo de un buen repertorio doméstico- y del que me quedaría al cabo tan sólo con una docena de libros- ,las bibliotecas continúan siendo para mí una fuente permanente de estímulo.

Y lo son sobre todo por ese fondo bibliográfico que se ha ido acumulando con los años en estanterías y sótanos, siempre que ha habido un dirección perspicaz más atenta a la calidad que a la cantidad y a la selección que a la efímera novedad.

En mi caso, por proximidad geográfica y fidelidad académica, la biblioteca con mayúsculas es el CRAI de la Universidad de Deusto, tan bien ordenado y tan eficientemente administrado, donde siempre he podido consultar libros y revistas inaccesibles por otros medios.

En este sentido, he de decir que todavía conservo con orgullo el carnet de la antigua Biblioteca Loyola , en la que recuerdo una larga y anotada lectura de Platón y de Aristóteles alternando la edición de la editorial Gredos con la  de Belles Lettres , así como otra, más rápida y febril, del Antiguo Testamento – y particularmente de Éxodo que tantas pistas me proporcionó para comprender las explicaciones de algunos fenómenos actuales.

Pero más que nada recuerdo la mirada atenta del padre Echarri que no ignorando el incipiente agnosticismo que se ocultaba bajo mi espesa y rizada melena, siempre se interesaba por mis apuntes.

Y sin despreciar las fuentes electrónicas, ni la wikipedia, ni internet, ni el e-mail, ni siquiera las «redes sociales», evocando esa mirada me he dado cuenta de que vengo de otros tiempos, muy diferentes. Y me ha gustado.

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