En clave trágica o en clave cómica, o en tragicómica, bajo un deus-ex-machina , entre héroes y heroínas o entre simples hombres y mujeres, bajo la seducción de la mímesis o en el arrebato fantástico, en la inmediata catarsis o el mediato «distanciamiento», el teatro parece haber sido siempre un laboratorio público de análisis de las acciones y de las pasiones humanas.
Todo esto lo comprendió desde el principio el actor, director y productor Carlos Panera Mendieta, a quien conozco desde que ambos teníamos más pelo y menos canas, y cuya trayectoria he seguido a lo largo de muchos años, desde sus comienzos en el grupo Cómicos-Kilikilariak, hasta sus más recientes intervenciones en representaciones populares, destacando su intensa actividad en Maskarada, probablemente la compañía más veterana del País Vasco y en la que dirigió obras como: «Gastibeltzaren Karabinak», «Harrizko Aresti hau», «El cartero de Neruda», «La importancia de llamarse Ernesto» o «Kontrabajua».
El trabajo de Carlos Panera ha estado siempre jalonado de premios ( los Ercilla de 1984 y 1995, Mejor dirección teatral en el Festival Internacional de Mydland, 2006…) pero recientemente decidió darse un premio a sí mismo depurando toda la experiencia acumulada y filtrándola a través de sugerentes referencias antropológicas, psicológicas, sociológicas ,y, cómo no , dramatúrgicas , escribiendo y presentando una tesis doctoral. Una tesis doctoral que ha defendido recientemente con gran éxito en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco, y que es de esperar que más pronto que tarde se transforme en un libro útil para tirios y troyanos del mundo teatral.
Esperando , pues, nos quedamos, pero no necesariamente a Godot – aunque siempre hay que esperarlo, of course...porque en ello nos va la supervivencia…
Como me gustaría que algún día (quizás lo han hecho y yo no lo he visto) me explicaran cómo y porqué fue la división (¿mitosis dicen los técnicos?) de los Comicos de la legua en Karraka y Maskarada.
Yo quedé más por el lado de Karraka, supongo que por tener más relación personal con algunos de ellos, sin que ello no implicara que admiraba a Maskarada («Gastibeltzaren Karabinak» me pareció un trabajo magnífico).
En un principio había parecido que era una cuestión lingüística, pero cuando Karraka empezó a hacer alguna cosilla con euskera y Maskarada «La importancia de llamarse Ernesto», que creo recordar que fue su primera o de las primeras cosas en castellano… ya no estaba tan claro.
Un día de cervezas le pregunté a Alex Angulo, con quien tenía una cierta relación por amigos comunes, y su respuesta con esa sonrisa que le tapaba toda la cara, fue «cosas de artistas».
Enhorabuena a Carlos.
Un saludo.
Sí, sería interesante. Habrá que esperar a que alguien lleve a cabo una Historia contemporánea del Teatro en el País Vasco.