CARMEN ALBORCH

Carmen Alborch durante una entrevista en su etapa de ministra de Cultura.

Conocí a Carmen Alborch hace casi veinte años  con ocasión de la presentación de su libro  Solas: gozos y sombras de una manera de vivir, magnífico precedente de   Malas: rivalidad y complicidad entre mujeres (2002)  y Libres: Ciudadanas del mundo ( 2004).

He reconocer que me recordó inmediatamente a  Montserrat Roig   por su  ser y por su estar.

Ambas eran altas y guapas, vestían  como mujeres que no habían renunciado a las faldas ni a la sombra de ojos. Pero además destilaban un atractivo particular en sus  miradas  directas y aguzadas.

Eran lo que  yo suelo llamar  unas guapas -listas que , como ya comenté en alguna ocasión se trata de un concepto acuñado partir de la expresión masculina griega clásica “kalós k´agazós “( bello y bueno) puesta en femenino;  la idea de la “cousine d´alliance” de Montaigne;  algo de la ” mujer con la que se puede mantener una conversación ” del ínclito Pío Baroja; y un toque de la propuesta de “estupenda señora” de José Luis De Villalonga.

Carmen Alborch tenía todas estas condiciones en su máxima manifestación y a ello no le era ajena su siempre – imponente- presencia  en el mundo de la política, algo de lo que carecía, con mucho gracejo, todo hay que decirlo,  Monserrat Roig.

Las dos  ya han muerto. Y sin embargo sus figuras permanecerán como iconos de mujeres  de su tiempo, y sobre sus  imágenes, que irán palideciendo,  brillarán sus obras, siempre muy actuales. Así la última , y casi postuma , de Carmen Alborch,  Los placeres de la edad (2014).

Seguro que estarán  ahora de charleta en ese limbo  desgraciadamente desaparecido …

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