CARTA A UNA JOVEN ESCRITORA

Ayer, mientras buscaba una edición un tanto especial de Rojo y Negro, de Stendhal, de las páginas de un libro cayó esta carta que publico tal cual:

«Bilbao, 18 de Mayo de 2000

Estimada Raquel:

He recibido y leído tu texto que puede ser  perfectamente incluido en la primera opción de evaluación que comentamos en el seminario.

Sin embargo, y aunque no sé si es muy procedente, me gustaría hacerte llegar algunas reflexiones a vuela pluma, toda vez que se trata de un texto que me ha resultado interesante. Lo que te voy a decir a continuación, por lo tanto,  va más allá del ámbito del seminario, ya que creo que hay en ti una escritora en ciernes independientemente de tus estudios o de tu trabajo.

Que escribes y que guardas una relación muy particular con la escritura es algo que se advierte desde la primera página. Creo que es una relación todavía muy compulsiva en la que el deseo de catarsis es superior a la intención de creación, pero  esa suele ser una etapa inevitable y necesaria. Aun así,  un texto  como Eclipse( 27-7-98)   es , en mi opinión, una muestra de las potencialidades literarias que se pueden abrir desde ti.

Tu escritura es — y no puede ser de otra manera — vacilante en cuanto al género , y así saltas del relato pseudomitológico ( Las sirenas del mediterráneo)  a la poesía( p.e. Madre  tristeza )  y del diario íntimo casi adolescente ( Un beso ¿ vale ?, 10-7-98)  hasta  la prosa de tinte surrealista ( Una  flor, un jardín. . . 12-7-98).  A todo este repertorio tú le has llamado » Diario» y lo es en la medida en que se estructura cronológicamente. Pero un paso más allá en la escritura de un » Diario» suele ser la reflexión personal sobre lo que sentimos y pensamos, olvidándonos un poco  de para quién y por qué lo escribimos. Y cuando la reflexión  toma como motivo la exterioridad,  poniendo en cuestión nuestros sentimientos y pensamientos, el » Diario» se convierte en » Dietario” . Yo no sé si este será tu camino, pero puede ser uno de ellos.

Luego, además, están  los modelos que, a veces sin darnos cuenta, nos nutren y nos ayudan a mantener tenso el arco  que circunscribe la vida y la escritura. Los modelos nos enseñan a sentir y a hacer sentir a los demás, porque para alguien que de verdad escribe sólo sentir no puede ser importante, también hay que hacer sentir y eso es precisamente crear. Tú mencionas a Cernuda y citas a Esther Tusquets — en mi opinión magníficos modelos — pero también hay en tu texto ecos de García Lorca o de San Juan de la Cruz. Hay muchos más, pero ya los irás descubriendo hasta hacer una lista de tus propios «clásicos».

En fin, Raquel, perdóname si  me he introducido en  tu intimidad hablándote de estas cosas, pero no me hubiera quedado satisfecho si no lo hubiera hecho. Como conclusión lo único que te quiero decir es que continúes escribiendo y viviendo sinceramente  tus sentimientos porque, desde mi punto de vista, esas son dos de las condiciones de la lucidez, aunque muchos no lo comprendan.

Un saludo.»

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