El antropólogo visita una sociedad gastronómica. Al entrar, un socio le comenta con orgullo que allí todavía no pueden entrar mujeres a no ser que vayan acompañadas. El antropólogo asiente sin dejar que su gesto se tome como una aprobación.
Después de degustar el vino oficial del local- traído de la Rioja alavesa como mandan los cánones mas ortodoxos- , todos se sientan y el cordero con ensalada se desparrama por las mesas. Arroz con leche, flan y cuajada cierran la comida. Después, en riguroso turno, aterrizan las copas y los puros. El antropólogo disfruta tomando notas mentales a toda velocidad – pues no se atreve a tomarlas escritas- y un socio se ríe de él echándole más pacharán en la copa.
De pronto, entra en el comedor una mujer alta de grandes manos enrojecidas, se dirige hacia uno de los socios y sin mediar palabra lo coge del hombro y se lo lleva a empellones hacia la calle. El antropólogo observa la escena cabeceando, con estupefacción, en medio del silencio de sus contertulios.
Alguien, desde el otro extremo de la mesa, dice en voz baja: » ¿ Qué habrá hecho hoy el Patxi? «.