DÍAS DE FRÍO (y lluvia)

Una querida y desaparecida amiga ( ¡Vaya… cuántos se han ido ya!) solía decir: «En los domingos de frío y lluvia solo se pueden hacer dos cosas, y a mí no me gusta jugar a las cartas».

Confieso que, aun atisbándolo, nunca terminé de saber qué podía ser «la otra cosa», y, por supuesto, siempre acabé jugando a las cartas.

Y es que no sé, hay gentes a las que estos días de condición norteña, tan orquestados por el afilado viento del noroeste, les producen una leve angustia vital, réplica vana del existencialismo general básico tipo Søren Kierkegaard, y se suman inconscientemente a un lacrimeo oculto cuando no expresamente jeremíaco, ya que se sienten incapaces de toda acción o pasión.

Pero a mí me ocurre lo contrario, pues, debido acaso a una extraña combinación genética y al ambioma navarro, el frío y la lluvia me mueven más bien a salir, a patear, a luchar sombrero y paraguas en ristre «contra los elementos», como se decía antes, y todo por no poder, en un día tal, estar a bordo del Mayte – no me dejan ni la familia ni el municipio ni el sindicato – amarrado al timón ,bamboleándome a babor y a estribor y aproándome a las olas.

Pero en fin, esta perversión secreta que ya en relatándola fuera delito -¡Ah deliciosa navegación aquella por el encrespado Mar del Norte!- me ha hecho recapacitar y llegar a la conclusión de que la «otra cosa» que se podría hacer durante un domingo de frío y lluvia – ¡Oh inocencia no perdida!- es meterse en la cama con un libro, por ejemplo con En los mares del sur de R. L. Stevenson, e intentar no dormirse para dormirse luego gozosamente , y entrar en ese modo de ser y tiempo que, según Josep Pla, es el más noble al que puede aspirar cualquier ser humano.

¡Ah domingos de frío y lluvia!

4 comentarios sobre «DÍAS DE FRÍO (y lluvia)»

  1. D. Vicente…. tengo una «ventaja» sobre usted, y es que aunque yo tampoco «nunca terminé de saber qué podía ser «la otra cosa»,», a mí me gusta mucho jugar a las cartas.
    En cualquier caso las obligaciones inherentes a ser dueño de un perro me obligan, quiera o no, a salir de casa incluso los días, domingos o no, de lluvia, viento y frío (tardes/noches de perros, les llaman algunos). Es esta circunstancia la que me permite ver a paseantes que van con su paraguas por el paseo de La Galea, con vientos de más de 100 km/h… y yo, que voy mojándome, como Dios y mi perro mandan, siempre me pregunto ¿De qué les sirve el paraguas?… de lo del libro y eso, hablamos cuando me deje mi perro.
    Un saludo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *