Ayer, en una de esas cenas que antes se llamaban » de matrimonios», salió el tema de la huelga feminista convocada para el próximo día 8 de marzo.
Una de las colegas, periodista de larga duración, nos informó de que la tal convocatoria no había sido en principio sino la extensión universal de la idea del paro doméstico que habían llevado a cabo las mujeres islandesas en 1975 y que tuvo un éxito manifiesto al colapsar todos los » servicios» de cuidados ( de acompañamiento, de avituallamiento, de alimentación …). O sea, algo así, como la hipótesis que se manejaba en una famosa película – A day without a mexican (Sergio Arau, 2004) – acerca de la paralización de la vida cotidiana de USA si dejaban de trabajar un sólo día los méxicanos allí afincados…pero con una perspectiva de género.
A esta propuesta global, se han sumado, continuó nuestra informante, algunos sindicatos que han añadido reivindicaciones en relación a la brecha salarial o movimientos y organizaciones feministas que han acentuado su carácter anti-patriarcal: de aquí cierta disparidad en las dimensiones de la jornada prevista que oscila entre la huelga total y general hasta la huelga de dos o de cuatro horas.
Surgió luego la cuestión de la efectividad de la huelga como tal – y apareció simultáneamente la de las movilizaciones de los y las pensionistas – y hubo opiniones varias. Otra colega, ante las protestas de otra más tercera que pensaba que la huelga era «un castigo» para la población y no tanto para los mandamases, recordó que si «la huelga» aterra en diferentes escalas a todo tipo de bienpensantes es porque resulta – siempre lo ha sido- la negación voluntaria del trabajo, de cualquier trabajo, siendo precisamente el «trabajo» y su condición productiva la gran vaca sagrada del sistema capitalista burgués. Una negación , añadió, que tiene su reverso en «el despido» que por más aterrador y masivo que pueda llegar a ser, siempre es «comprendido» por los bienpensantes…
Y en estas llegaron los postres y cambiamos de tercio…