EL HILO DE ARIADNA

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A raíz  de la publicación de Aproximaciones a la Razón Narrativa ( Historia, Novela , Autobiografía), escribí  semanalmente en el diario GARA una larga serie de artículos profundizando en algunos de los temas allí tratados. Posteriormente la serie se volvió a publicar, ampliando contenido y referencias, en las revistas electrónicas Calle -ficción y Luke. Hubo el año pasado un proyecto de edición actualizada en papel , pero no llegó a buen puerto.

Por todo ello, he pensado que sería de interés, para una gran parte de los ( y las ) colegas que suelen seguir estas líneas, ir de vez en cuando haciéndoles partícipes de aquellas escrituras que se acogieron al nombre de «El hilo de Ariadna».

Pendientes de un hilo

El mito es muy conocido. Teseo logra salir del laberinto de Knossos con la ayuda del hilo que en un ovillo le ha dado Ariadna y que  ha ido extendiendo desde la entrada permitiéndole luego localizar la salida. La de Ariadna resulta una argucia modélica pues resuelve, como lo resuelven todos los mitos, un problema. En este caso el problema de salir victoriosamente de una acción que se plantea como dificultosa – vencer al Minotauro-  mediante una adecuada planificación que va ordenando  todas las fases de la misma: el hilo se va extendiendo hasta el centro del laberinto y se va recogiendo hasta la salida dando sentido al recorrido.

Para nosotros el hilo de Ariadna es  el hilo narrativo ,un hilo que describe su acción dando sentido a su amor y a los planes de Teseo.  Y dar sentido a las acciones humanas parece ser la función de toda narrativa.  Algunos afirman que dar sentido a las acciones humanas es una clave antropológica y que está muy vinculada a las capacidades narrativas de los seres humanos desde la prehistoria – tal parece deducirse de la observación crítica de las primeras pinturas rupestres. Pero también pudiera ser que dichas capacidades narrativas sean  simplemente inoculadas y desarrolladas desde los primeros años de la vida  por medio de los denominados  “ cuentos infantiles” y de las prácticas de iniciación narratoria que los acompañan. Quizá por ello el escritor catalán  Josep Pla tildaba las novelas de  “ literatura infantil de las personas adultas” ( aunque algunas malas lenguas comentan que decía esto porque no sabía escribir novelas y sólo escribía dietarios.

En cualquier caso, desde una perspectiva histórica es comprobable que ese “ sentido” global y unitario de la  vida se dio  en primer lugar, al menos en nuestra cultura  y como ya se ha apuntado, en un registro narrativo mitológico. Le sucedió luego  un relato religioso , en nuestro caso  el del judeo-cristianismo, que se superpuso a los relatos mitológicos primigenios. Y por fin , el “ sentido” tomó cuerpo en los desarrollos discursivos de las ideologías que surgieron a lo largo del siglo XIX y de las cuales las dos que más importancia han tenido han sido el socialismo y el nacionalismo.

En aquel  ya lejano siglo XIX, decía Augusto Comte que renunciar al “sentido” en esta dimensión narrativa que  lo explica todo era un paso hacia la fase positiva que debía inaugurar una  era científica, una era de pequeñas verdades y  de grandes incertidumbres. La propuesta no era muy novedosa , pues algo parecido habían ensayado, mediante la fuerza única de las palabras, los filósofos clásicos griegos postulando la emergencia de la razón filosófica ( el tan traído y llevado logos) frente a la narrativa ( el no menos mentado mithos ) . Y en su momento Margarita Rivière, ( “Cuentistas globales”) , ratificaba la misma idea haciendo alusión a los desatinos de la utilización del arcano esquema narrativo  de “ los buenos y los malos “ para enhebrar una explicación pseudo-racional  y  un  tanto inverosímil de la política exterior de los USA – de la mano, por cierto, de algunos guionistas de Hollywood.

Reflexionar sobre lo narrativo, desvelar sus condiciones y dimensiones, enfrentarlo a un análisis racional, no parece, sin embargo, que vaya a permitir marcar muchas distancias  respecto de esa clave antropológica, originaria o inoculada. Pues tal clave   urge un tanto compulsivamente hacia la necesidad de contárnoslo todo y de que nos lo cuenten todo , probablemente para tranquilizarnos en medio del desasosiego de la vida . Y porque percatarse de esta dependencia de los modelos narrativos, de sus implicaciones ideológicas y políticas, reconstruir, en fin, el hilo narrativo no significa  poder apartarse de él salvo que , como decía Nietzsche, se sea muy fuerte, quizá demasiado fuerte.

Y, en efecto,  ese hilo narrativo que da sentido a nuestras vidas desde sus aspectos más domésticos hasta las proyecciones de trascendencia histórica, viene a ser muy parecido al cable que comunica el vagón de un tranvía con su catenaria, y ,  si se rompiera, se interrumpiría  acaso la energía que nos mueve y entraríamos a lo peor en una vía muerta ( ¿ o quizás en otra forma de vida?

Así que pendientes de un hilo nos quedamos. Pendientes del hilo de Ariadna…

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