Recientemente dos novelistas muy conocidos y reconocidos, el neoyorkino Paul Auster y el madrileño Javier Marías , han comentado que por nada del mundo se les ocurriría usar un ordenador para escribir sus obras. Marías utiliza al parecer una Olivetti de los noventa y Auster lo hace a mano, página tras página.
Por supuesto, cada uno – y cada una- es muy libre de utilizar la tecnología que le plazca, pero como las coincidentes declaraciones lo han sido con ocasión de la presentación de sendas novedades en lo que podría considerarse la apertura del mercado literario de otoño, no dejan de tener un cierto tufillo ( bueno y buenista) a marketing.
Pues, en efecto, renunciar al word y al ordenador y sentir las teclas en las yemas de los dedos o experimentar un incipiente dolor en el dedo índice como consecuencia de la presión de la pluma o del bolígrafo parece resultar más auténtico a la hora de escribir que hacerlo deslizando suavemente la mano sobre una pantalla refulgente.
Y aunque, como sabemos, escribir de una manera o de otra refuerza procesos cerebrales y fisiológicos muy diferentes que se pueden detectar en la escritura misma, el toque artesanal reclama para sí lo puramente – y nunca mejor dicho- artístico, tal y como lo caracterizó Pierre Bourdieu en su Las reglas del arte, convirtiendo al escribiente en verdadero semidiós o demiurgo.
Pero , en fin, por otro lado, he reconocer que yo tampoco he sido nunca capaz de escribir un haiku sin papel y lápiz…Y tú, querido lector, querida lectora, cuando escribes, si escribes…¿cómo lo haces? ¿A mano?¿A máquina? ¿ En una tablet? ¿ En un ordenador? Y, ¿ cuál es para ti la diferencia?