«El presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, llama por teléfono al presidente de Finlandia, Sauli Väinämö Niinistö y le dice: ¿Quieres ganar el Festival de Eurovisión del año que viene?»
Y ha sido este chiste negro-negrísimo escuchado en una tertulia, lo que me motiva a escribir estas líneas, recogiendo de paso otros argumentos de peso que he ido apuntando en mi libreta eléctrónica.
Y así, y en primer lugar – que no sé si debería ser el último o acaso el único- me surge la pregunta de qué pintamos en este lío quienes para bien y para mal estamos en la Unión Europea.
Y apartándome de los argumentarios hiperbólicos de la macro-política y no porque no sean de interés sino porque en muchas ocasiones parecen reverberaciones de las disputas sobre la «doble verdad» del averroísmo tardío sin la finura que proporcionaría al efecto la nunca periclitada «navaja de Ockham», me adhiero a la siempre útil pregunta del «Cui prodest?», oséase, a quién beneficia más allá de las apologías de humanismo dieciochesco.
Pues bien, por lo que se acaba de ver, y en primera instancia, beneficia a la OTAN, que contará en breve con dos nuevos miembros , Suecia y Finlandia, una vez resuelto el asuntillo ese de los kurdos que tanto molesta a Erdogan. Y decir la OTAN es decir , of course, United States of America ( first!)
En segundo lugar, beneficia a la industria armamentística del mundo mundial que ahora deberá armar y rearmar nuevas fronteras, una vez que, en un dos por uno, el ataque preventivo de la URSS ( ¿qué harías tú?) se ha saldado a la contra.
Y otro sí al comercio energético que sin tener mucho – ni acaso nada – en cuenta los programas de transición ad hoc – ¡que van demasiado deprisa, my God! – irá diseñando el mapa de la solución final en la que los contendientes geo-eco-pol´íticos serán el Cl´érigo de Alabama y el Mandarín del Banderín.
Y en cambiando de perspectiva, a quien NO BENEFICIA NADA DE NADA esta guerra de singular precisión, es a esta Unión Europea renqueante que defiende el fuero y se olvida del huevo, dejando entre tanto que un nuevo huevo, el huevo de la serpiente ,bien conocido en estos lares durante el siglo pasado, vaya creciendo mientras debe soportar un inflación rampante.
Una vez más…Ni John Le Carré hubiera elaborado una trama tan bien armada – y nunca mejor dicho- y si lo hubiera hecho podría haberse titulado «La destrucción de Europa».
Pero,en fin, siempre quedará el Festival de Eurovisión…¿Ganará el año que viene Finlandia?