HE RECIBIDO UN EMAIL DE UNA «RODRIGUEZ»

Isabel Escudero y Agustín García Calvo

Hay gente que vive sola. Hay gente que vive sola y hace apología de ello. Y hay gente que de pronto se queda sola. Entre esta última fauna siempre han destacado en el periodo estival «los rodríguez» , por lo general maridos trabajadores que se quedan en las ciudades originarias mientras el resto de la familia  veranea en alguna costa más o menos tópica. Los «rodríguez» han llevado fama  de aprovechar ese periodo de soltería para echar una cana al aire y estar con los amigotes y de ello hay buena  filmografía y tanto más carpetovetónica.

Pero, como decía el  premiado  nobelmente a su pesar, Bob Dylan, los tiempos están cambiando y también se puede hoy encontrar una variante que podría denominarse «las rodríguez», en principio de características y atributos ( sociales) similares a los de sus congéneres masculinos.

Por eso me ha extrañado este email de mi corresponsal anónima- que creo pertenece a esta ultima variante y que  dice:

«Me repugna toda esa caterva de gente que le felicitan a una por haberse quedado de “rodríguez”, como si fuera un chollo separarse de la gente a la que se ama.Supongo que será esa gente que no sabe usar su libertad o que no ha aprendido a usarla y a pactarla. Así que viven once meses “ sin vivir en sí” y poco más o menos un mes en lo que ellos llaman “libertad”. Pues ¡hay que hacer tanto esfuerzo por combatir la soledad! Y  pretender  y conseguir llegar a no sentir nada, como un maldito sabio taoísta, y sentir luego ya que no se siente nada «.

Lo cierto es que me he quedado de piedra. Me he levantado y he buscado en mi biblioteca ese maravilloso libro titulado Sermón de Ser y No-Ser que un día escuché recitar con su voz ronca, y de cabo a rabo, a Agustín García-Calvo bajo la mirada casi llorosa de  Isabel Escudero. En sus primeros versos se habla precisamente de la soledad que hay que agradecer “ como mosto sacado del lagar a la hora de la merienda”  sabiendo  que acaso es «el verdadero alimento de tu corazón”.

Pero luego no he podido sino volver a leer las palabras de mi corresponsal anónima y he sentido como si una ventana se hubiera abierto en un día muy frío, y no se pudiera cerrar y me  quedara inmóvil a la intemperie…

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