Venus brilla solitaria en el horizonte. Los pájaros pían agitados anunciando la alborada. El frío matutino hace ya levantarse las solapas. Ayer pude comprar las primeras manzanas del país y hace no mucho acompañé a unos amigos en su pequeña vendimia de txakoli…No he dormido muy bien porque la perrita del vecino de arriba ha entrado en celo y ha pasado una noche muy agitada, probablemente desconsolada en su deseo…
Mientras camino lentamente por el Paseo de Abandoibarra, recuerdo unas imágenes que vi ayer a última hora en la televisión. Eran de un acto religioso espectacular de la Iglesia Ortodoxa Rusa, con gran boato y con la presencia hierática de los últimos miembros de la familia Romanov. Y también imágenes de la procesión subsiguiente en la que se agolpaban miles de fieles con velas encendidas, cantando una salmodia lenta y repetitiva
Sin solución de continuidad, frente al Palacio Euskalduna me vienen a la cabeza algunas frases de un libro de los hermanos Castro Nogueira que se titula ¿Quién teme a la naturaleza humana? : “Poseemos un cerebro cuya existencia se explica porque promueve la perpetuación de los genes que dirigen su formación a través de diversos mecanismos, entre los cuales destaca la fabulación compulsiva de finalidades últimas y variados caminos de salvación” … No viene el tranvía, no hay coches, así que cruzo la carretera y sé que me pierdo bajo los primeros tilos del parque de doña Casilda…