
Ayer dormí con Brigitte Bardot . Pero no me acosté con ella, pues, como es deducible, es empíricamente imposible y metafísicamente improcedente .
Pero es que en la habitación del hotel de Arles donde nos alojamos había una gran foto de la Bardot…en bikini.
Y con esa imagen un tanto crepuscular,hoy nos hemos dirigido hacia la Costa Azul y al pasar a la altura de Saint- Tropez, he recordado todo lo que B.B. significó en su momento.
Pues fue a través de su presencia como se divulgó aquel modelo de belleza femenina de melena rubia y ojos azules, aparentemente inocente ( » Y Dios creó a la mujer«, 1957) pero manifiestamente provocativo para el personal superviviente del tardo-franquismo, un modelo intermedio entre la distancia vertical de la nórdica Ingrid Bergman y las horizontalidades apabullantes de Sofía Loren o Claudia Cardinale.
Y fue, además, modelo de miss semi-desnuda, que diría Vinicius de Moraes, y de aquí la trascendencia de aquella prenda, el bikini,que hoy acaso se podría considerar como un útil de empoderamiento, aunque en los años sesenta (¡ del siglo pasado!) fuera motivo de escándalo mayúsculo.
Un útil que quizás fue un paso hacia el ya tan aceptado top-less , un intermedio entre el nudismo drástico alternativo y el traje de baño convencional…Y que hoy , por cierto, O tempora, O mores, convive con el burkini…
Ah, la Bardot !