LA PANDEMIA (Cifras y letras)

Las cifras se manifiestan cada vez más irrelevantes y van perdiendo su capacidad retórica.

Así, las relativas resultan al cabo ininteligibles pues al variar las condiciones en las que se obtienen, los guarismos resultantes no se acaban de comprender: el efecto de verdad se esfuma a pesar de venir articulado desde un supuesto científico, toda vez que los criterios de verdad anteriores, el filosófico o incluso el religioso, continúan vigentes sotto voce ( Dodds) o explícitamente.

Por otro lado, las cifras absolutas, al no estar contextualizadas cualitativamente, no acaban de resultar representativas de nada salvo de la connotación de que el sistema ad hoc está muy estresado.

Por si fuera poco lo anterior, la insistencia en la actualización día tras día de los cambios relativos y absolutos adopta una formulación apocalíptica que disuade la atención por mera saturación.

Las letras, orales y escritas, por su lado, no dejan de crear un tejido comunicativo dispar y en ocasiones disparatado, en el que se alternan noticias de sesudos estudios o llamamientos tópicos en tono clerical desde los grandes medios de información y propaganda, con cotilleos multicolores y variopintos reiteradamente circulantes a través de las redes sociales.

El efecto global de esta polución logofrénica no resulta sino un exacerbamiento de lo discursivo que resulta impotente frente a la fuerza compulsiva de lo no- discursivo ( Foucault). Y una buena y fácil prueba de ello es que más allá de la apología interesada de las plataformas virtuales, en cuanto es posible los montes se llenan de familias, las carreteras de bicicletas , los paseos de viandantes y los bares de colegas, en un deseo desbordado de recuperar el nivel anterior de endorfinas físicas y metafísicas.

El resultado global de esta desgraciada combinación de cifras y letras es una cierta inverosimilitud acerca de lo que realmente está ocurriendo, algo sobre lo que deberían reflexionar quienes tienen el poder en sus manos y de quienes se espera, debe esperarse, una buena gobernanza.

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