Desde los medios de comunicación y desde las redes sociales, hoy en día los mayores dispositivos de la construcción social de la realidad ( Berger y Luckmann), no cesan de llegar largas listas de arbitrariedades, entendiendo por tales acciones y discursos sujetos «a la libre voluntad o al capricho antes que a la ley o a la razón».
Así, desde la televisión , la radio y los periódicos, sobre todo desde algunos particularmente partícipes de una condición propagandística, se pretende, por ejemplo, que la ciudadanía este pendiente del sistema sanitario, cuando más bien debería ser al revés , o que acepte sin información ( ni acaso formación) previa, algunas decisiones del poder ejecutivo que afectan a libertades fundamentales, bien sean relativas a la movilidad, el trabajo,la educación o el ocio.
Por otro lado, desde Whatsapp,Facebook, Twitter o Instagram, llegan continuas y dispersas réplicas bien en forma de anécdotas elevadas a categoría universal, bien en códigos humorísticos , bien en llamamientos apocalípticos.
Y si la arbitrariedad se muestra como característica de todo lo anterior que, desgraciadamente, se suele superponer alternativamente, quizá sea porque se percibe asimismo un déficit democrático en la gestión global de la situación.
Pues, enredados en disputas de gobernanza y co-gobernanza, quienes detentan el poder parecen haberse olvidado de refrendar sus decisiones estratégicas y tácticas en los órganos representativos correspondientes tras aportar toda la información disponible, interpretando los acuerdos pactados aleatoriamente,una vez que se han creado órganos consultivos, mayormente desde una perspectiva unidimensional, que acaso están obviando que la pandemia no es solo una cuestión sanitaria o económica, como repiten una y otra vez, sino también psico-social.
De estas deficiencias democráticas que si no se corrigen habrán llegado para quedarse como un nuevo estilo de trabajo ,tan caro , en todos los sentidos, a los tecnócratas, puede desprenderse esa percepción social de arbitrariedad, esa cruel constatación de que lo que se hace y lo que se dice obedece más «a la libre voluntad o al capricho antes que a la ley o a la razón».
Es de esperar que la pandemia no se convierta así en la ocasión perfecta para uno de esos retrocesos democráticos tan habituales en estos lares. Y para ello, para conjurar las arbitariedades, no hace falta sino lo de siempre : «¡Luz y taquígrafos!»
Entiendo que es una situación complejísima de gestionar, pero debiera servir para que mejoremos como Democracia -aunque sea a trompazos- en lugar de retroceder.
Es muy difícil avanzar con una oposición tan oportunista, tanto a nivel nacional como autonómico. La última, que la Ertzaintza se excede, y la siguiente…mañana mismo. Cada partido debería promover el civismo entre su parroquia, aunque eso suponga -oh, terror- estar de acuerdo con oponentes políticos. Es lo más básico en estos tiempos, creo yo.
Muchas gracias por la columna, Vicente, como siempre muy inspiradora.
Claridad- ahora lo llaman transparencia- y cintura (democrática)…Gracias por el comentario.
Vicente:
No es fácil distinguir en las actuales circunstancias lo que puede resultar arbitrario. Y mucho menos cuando hay tanto epidemiólogo, microbiólogo y nosecuántólogo así como tanto defensor de las libertades (propias, of course).
Es economía, es filosofía, es medicina, es política, es…. lo que queramos, pero lo que es cierto es que en la «democrática» antigua Grecia existía en algún momento la figura del «tirano electo» cuando ante un enorme peligro (guerras civiles o externas o cualquier otra circunstancia especial) los ciudadanos daban plenos poderes temporales a alguien.
No, no estoy abogando por un tirano en ese sentido, pero lo que no puede sostenerse es, aunque sea arbitrario, que cada quien, en base a su libertad (económica, política, social… u otras, en muchos casos bastante mal entendidas) y por tener acceso a las sacrosantas redes sociales, pueda elegir un camino, que corte otros muchos caminos y que, a su vez, sea obstaculizado por el camino de otro o de otra.
Es innegable que nos encontramos en una alarmante situación. Y creo que son los sistemas y servicios científicos y sanitarios (que teóricamente son los que saben de eso) quienes nos marquen el camino, y que sean los poderes ejecutivos quienes transmitan a la población lo que aquellos aconsejan.
¿Sería arbitrario? ¿Sería recortar esas libertades fundamentales? Si los ejecutivos, los distintos ejecutivos, tienen en mente su futuro político y el de los suyos, evidente y rotundamente SÍ. Si, por el contrario, tuvieran en mente solamente el bienestar, dentro de lo posible, de la población, y aún dando palos de ciego intentar acabar con la situación, entonces NO.
Cierres de establecimientos, cierres perimétricos, o eso, prohibición de circular y de determinadas actividades públicas en determinadas horas, obligación de mascarillas y distancias… ¿son mera arbitrariedad? espero que no, pero…
Yo, en estos momentos, no sé qué pensar.
Un saludo
Estimado colega: No pongo en duda las medidas que se van adoptando y que, como ciudadanos y ciudadanas responsables, hemos de cumplir. Tan solo echo en falta claridad en la información y un control adecuado- en los órganos correspondientes- de las sucesivas decisiones ejecutivas, pues lo arbitrario es aquello que no parece tener en cuenta la razón- explicada- y la ley – consensuada.
Yo tampoco descartaría la figura de un tyrannos o un dictator, pero sabiendo que luego será juzgado por su actuación, como en Grecia o Roma: lo que no me parece de recibo es que se actúe como un tal sin consenso previo. Muchas gracias por tu comentario.