Recientemente un conocido y reconocido escritor que aprecio asimétricamente, comentaba en su columna dominical que a la pandemia del COVID-19 se le han sumado dos plagas colaterales ( «laterales», según sus palabras)
La primera estaría constituida por una turba de cursis estomagantes que no dejan de lamentarse «por los abrazos perdidos, por las sonrisas tapadas, por las manos que ya no pueden cogerse, por los abuelos a los que no podemos ver y demás», lo cual que no le cuadra sino como postureo al susodicho escritor, dado «el país bestia» en que vivimos.
La segunda plaga vendría manifestándose en una legión de cenizos furiosos que bajo la forma de «sociólogos , politólogos, pseudocientíficos» e incluso «autodenominados filósofos» , anuncian el Apocalipsis, «como los sacerdotes de siempre», rasgándose las vestiduras ante los graves pecados cometidos por la Humanidad contra la Madre Tierra, y previenen contra «inundaciones, incendios, terremotos y maremotos», así como de nuevas e inminentes epidemias y pandemias, bajo el grito de ¡Arrepentíos:el fin está cerca!
Peut-être: razones las hay a favor y en contra . Pero acaso sea también posible dar cuenta de otra plaga – lateral o colateral, según guste- y que quizá sea la de los autoritarios empíricos que han aparecido como setas en todos los ámbitos , desde la familia hasta el sindicato , pasando por el municipio y, por elevación, en otras instancias del Estado, que no cesan de dar órdenes y contraórdenes legitimadas desde la experiencia de su misma autoridad ejecutiva, y que, a lo peor sin saberlo, recurren a viejos y toscos argumentos conspirativos tomados del más puro estilo fascista, cuando sus decisiones son discutidas o no cumplidas a rajatabla.
Y, en fin, el COVID-19 pasará pues , como dice el refrán, «no hay mal que cien años dure», los cursis estomagantes probablemente moderarán su postureo al perder prestigio en la pomada, los cenizos furiosos perderán previsiblemente audiencia y presencia ante la nueva normalidad que no distara mucho de la anterior, pero ¿y los autoritarios empíricos…?¿Hasta cuándo se mantendrán en la palestra?
A me lo que mas me llama la atencion y me saca de los nervios es eso » de a los abuelos » no les podemos ni abrazar, ni dar la mano ni verles» me parece de una hipocresia acojonante.
Y digo lo anterior por que todo ese amor hacia los abuelos no destila mas que tufo hipocresiaco (esta no se si esta en la rae pero si no esta genera mas tufo. Lo digo por eso de que aparcamos a nuestros abuelos en esos desguaces llamados asilos, residencias, y en otros, a los que nos hemos desentendido de ellos con el argumento de alli estan mejor cuidados, etc. y ahora esas lagrimas de cocodrilo porque no les pueden abrazar y demas. VERGUENZA
Creo, en efecto, que sería necesario meditar sobre ello.Gracias por el comentario.
Honestamente, creo que hay que ponerse autoritario cuando lo que hay enfrente son violentos a los que, realmente, la pandemia les da una excusa como otra cualquiera para desfogarse.
Eso no niega para nada que deban gestionarse mejor los aspectos psico-sociales de esta crisis, como bien señalas en varias columnas.
Muy de acuerdo con las otras dos plagas.
Gracias una vez más, Vicente.
De acuerdo, siempre que las decisiones se expliquen suficientemente y sean consensuadas. Gracias por el comentario.
Familia, sindicato, municipio. ¡La edad le delata don Vicente!
Ya, ya…
Buenos días, Vicente y otros comentaristas.
Bien apuntada esa tercera posible plaga de los “autoritarios empíricos”… inequívoca, indudable, y que es posible que, como tú apuntas, no termine una vez que pasen los “cien años dure”.
Pero también creo que, lamentablemente, podría haber una cuarta plaga.
Aquellos que en lugar de plantearse cuál es la actuación correcta contra que el peligro más acuciante, que es el COVID, piensan que lo importante es saltarnos las normas sin “que nos pillen”, confundiéndolo con una falsa exaltación de la libertad.
A mí me traen a la memoria una vieja canción de los Ilegales (sólo de nombre) que decía “los estudiantes se suicidan disparando contra la policía”; y siguiendo con la música, sería interesante recordar que, como decía Fermin Muguruza
“…El torturador es un funcionario, el dictador es un funcionario. Burócratas armados que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su trabajo, No son monstruos extraordinarios. No vamos a regalarles esa grandeza” (Fermín Muguruza en su colaboración en el disco “Veintegenarios en Alburquerque”, de Albert Plá. 1997)
La pregunta clave sería, desde mi punto de vista, y una vez superado el COVID, ¿Quiénes son los “empleadores” capaces de poner y quitar “torturadores y dictadores”?. Contra ellos debería ir nuestra resistencia, porque si quitamos a un dictador, ellos pondrán a otro y el autoritarismo empírico habrá vuelto a ganar.
Un saludo.
Acertada reflexión. Sería interesante analizar ese comportamiento, sus causas y connotaciones. Muchas gracias por el comentario.