MARIO VARGAS LLOSA Y LOS ADJETIVOS

Celebraba hace poco Mario Vargas Llosa sus treinta años como escribidor de la serie de artículos amparados bajo el título Piedra de toqueen el periódico EL PAÍS.

En el texto conmemorativo, tan jubiloso como jubilante, el escritor peruano -nacionalizado español y ya elevado a la élite del papel couché– daba cuenta del proceso de escritura de dicha serie, destacando que siempre ha tenido en cuenta «la frase con que, dicen, Raimundo Lida iniciaba sus clases en Harvard:< Recuerden que los adjetivos se han hecho para no usarlos>».

Y, a decir verdad, este rotundo consejo me ha resultado sorprendente, pues se contrapone directamente al tantas veces repetido del escritor catalán Josep Pla, que decía que escribir consistía mayormente en encontrar los adjetivos precisos.

La distinción puede parecer banal, pero en realidad despliega una gran trascendencia, pues en ella reside la inclinación hacia la descripción o hacia la opinión. Y es que ocurre que , como también afirmaba Pla, opinar es fácil, pero describir es muy difícil- hay quienes piensan, por cierto, que con poner una cámara delante «ya se describe».

Y es que describir implica matizar y mucho, algo que choca contra el interés de la representación fácil, abstracta y por ello muy manejable ( también políticamente) como ya puso de relieve Roland Barthes en su obra Lo Neutro .

Desde luego, cada cual es muy libre de opinar, pero, frente a aquello de que que todas las opiniones son respetables habría que recordar que en realidad lo son las personas , pues las opiniones son justamente de lo menos respetables , al menos en el sentido de que haya que aceptarlas sin más y sobre todo porque procedan de supuestas voces autorizadas- ¡ Ah viejo «argumento de autoridad» tan vinculado siempre al delito de desacato!

Pero las descripciones, y más si son abundantes en adjetivos, ya no son tan fáciles de rebatir porque exigirían una descripción alternativa, análoga y no meramente lógica, lo cual exige mirar mucho y detenidamente, algo que va contra la inmediatez acelerada de los tiempos que corren.

Pero bueno, quizás en esta duración ralentizada que están resultando ser las diversas formas de confinamiento, se dé la ocasión para mirar un poco más y un poco más detenidamente…Y encontrar ese adjetivo adecuado a la hora de querer transmitir algo, en vez de repetir la cantinela de abstraciones adobada de estadísticas hiperbólicas a que estamos tan acostumbrados…

5 comentarios sobre «MARIO VARGAS LLOSA Y LOS ADJETIVOS»

    1. Así es, fue Stendhal quien acuñó la metáfora del espejo…Aunque luego se haya constatado que hay espejos muy diferentes…Gracias por el comentario.

  1. Hay muchos y muchas, claro, que consideran que el ser destacado en un campo (Premios Nobel de literatura.. u otro, Académicos de la lengua… o de otras, Premios artísticos… u otros, etc) les da derecho a dar sus opiniones sobre cualquier tema que nos afecte a todos y, además, consideran que deben ser tenidos en cuenta como si de profetas se tratara. Ahí es donde precisan de la no utilización de adjetivos, ahí y a esos es donde sobran los adjetivos.
    No deja de ser una especie de búsqueda de la posteridad a cualquier precio.
    Me ha resultado curioso el tema de tu artículo, porque ayer mismo terminé de leer «la vida contada por un sapiens a un neanderthal» de Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga (me ha parecido increíble. Creo que debería ser texto obligatorio o, por lo menos muyyyy recomendado en los centros de secundaria), donde aparece un texto curiosamente relacionado con lo que tu escribes, aunque sin hablar de adjetivos:
    «Yo creo que hasta muy entrado el s. XX, la mayoría de los novelistas seguían trabajando para la posteridad, todavía algunos creen en ella.
    — ¿Por ejemplo?
    — No sé – titubeó – Vargas Llosa, quizá. Pero la posteridad está muerta. Ahora vivimos en la post-posteridad»
    Estaría bien que alguien se lo dijera al Sr. Vargas Llosa… y a otros.
    Un saludo

    1. Gracias por el atinado comentario y la mención del interesantísimo libro La vida contada por un sapiens a un neanderthal de Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga.

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