Y el sacerdote dijo abriendo las manos: «Queridos niños, queridas niñas, bienvenidos a vuestra primera y última comunión». Los lebreles permanecieron impasibles. algunas madres fruncieron el ceño y los padres sonrieron discretamente…» Porque ya sólo volveréis acompañando a vuestra abuelitos y abuelitas, si es que volvéis…»
Y es que mayo es el mes de las primeras comuniones, a fuer del mes mariano por excelencia ,y el rito católico se cumple siempre más de lo esperado por los agoreros laicos o los agnósticos indiferentes.
Y si se cumple es sobre todo porque es un rito que como todos los ritos evoca situaciones arquetípicas ,por lo general de profundo calado, como puede ser el acceso a la primera adolescencia.
Desde la Ilustración se ha discutido mucho sobre las bases científicas de la ideología, en este caso judeo-cristiano-católica, como si fuera posible poner una lupa sobre la fe. En el siglo XIX, la discusión versó sobre la identidad colectiva engañosa que generaba la religión – a la que se llamó «opio del pueblo»- sin percartarse de que lo que se echaba por la puerta- la esperanza, el paraíso…- se colaba por la ventana en forma de nacionalismo, socialismo o , incluso, deportismo.
Pero, en nuestros días, si el rito ya se cumple incluso muchas veces descafeinado, es porque parece seguir siendo necesario para sentir esa coerción de lo social que al cabo nos salva en el grupo y en la identidad, aunque sólo sea por unas horas: un airado James Gandolfini le espetaba a su hijo en un capitulo de Los Soprano: «Me importa un bledo que no creas en Dios, harás la primera comunión por cojones y sin rechistar».
En fin, el otro día, en una cena familiar , una prima que vive en un pueblecito de Girona , comentó que allí las comuniones se hacían por turno, una cada fin de semana en los diferentes pueblos de los alrededores, según la pauta ordenada por el único sacerdote que las oficiaba todas, y que ella, que tenía una peluquería multiservicio, conocía el calendario de antemano para regular el tropel de clientas que rítmicamente acudirían a cortarse le cabello, hacerse la manicura o la pedicura y sobre todo, dado el tiempo primaveral, para depilarse oportunamente…
Así que sí, que mayo es el mes de la primeras comuniones, pero quizás sea de mucho más, de ese mucho más que todavía no parece que haya podido ser sustituido ni en el siglo XXI…