NEW YORK: BACK UP- TERRITORIO PARA FLÂNEURS

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Y a ras de suelo, y nunca mejor dicho, ahí están las calles. Con nombre propio y con número, pero siempre ofreciendo un reto delicioso para cualquier paseante. Probablemente la que más despista en Manhattan es Broadway, que se escapa continuamente en su ascenso o descenso escorado y que revela la columna vertebral de una primitiva ciudad. Broadway, además,  también opera como una estrecha y largísima plaza, a la vista de que los lugares que reciben el nombre de tal- como Union Square o Madison Square- son meros cruces de caminos, siendo Times Square la negación misma del concepto. Se percibe aquí  , quizá más que en otros lugares, el carácter acumulativo de la expasión urbana.

Sobre esta deriva los testimonios literarios resutan muy sugerentes. Así, a  mediados del siglo XIX , a Henry James vivir más arriba de la calle 12 , muy cercana a Washington Square, le parecía ya casi vivir en el extrarradio –  y propio de los «nuevos burgueses» frente a la distinguida aristocracia que vivía más abajo. Según  Julio Camba, a la altura de 1930, desde la 111 en adelante y hasta la 120, o  sea poco más o menos donde comienza Harlem,» se habla el español con todas sus modalidades. Se habla, se reza,se canta y hasta se baila». Para Paul Auster que en  su Trilogía de Nueva York  (1985-7) hace circular a sus personajes y sosias  en el entorno de Central Park, la ciudad ya es «un espacio inagotable», un laberinto interminable en el que cada paseo por sus barrios y calles siempre deja «la sensación de estar perdido» y un «saludable vacío interior».

Como se puede ver, en hábil paralelismo entre  la modernidad y la post- modernidad, las calles de Nueva York han ido adquiriendo  en primer lugar un carácter intensivo de hipersignificación – social , como todas las significaciones fuertes –  para devenir depués en un ámbito extensivo subsignificativo – trascendente hasta lo místico, como en todas las significaciones » débiles» – articulándose en la figura del flâneur, el paseante indolente , urbano, y sin destino.

Por supuesto, para experimentar estas transiciones y paralelismos , no hace falta ir a Nueva York, ni su figura final – ese flâneur propuesto por Baudelaire y reivindicado por Walter Benjamin- nos es del todo ajena: en nuestros lares el » voy de propio» ha sido una respuesta muy habitual ante la impertinencia de quien quería dar un necesario sentido a nuestro paseo arbitrario, a nuestro deseo, símplemente, de tomar el aire o estirar las piernas…

Aunque, ciertamente, NYC es un buen lugar para estirar las piernas: calles y barrios no faltan.

 

 

 

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