NEW YORK: DOMINGO EN HARLEM

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Todas las guías turísticas dicen que el domingo hay que procurar acercarse a Harlem y asistir a  una misa gospel. Nosotros hicimos lo propio y subimos , tras varias chirivueltas en el esotérico metro neoyorkino, hasta la calle 125 en pos , en realidad, del Apollo Theater.

Pero , he aquí que en buscando el inveterado monumento del jazz, escuchamos unos coros dulces y armoniosos que llegaban de una  iglesia cercana- no recuerdo de cuál, pues lo cierto es que hay una iglesia casi en cada  manzana. El templo estaba repleto de autóctonos y turistas , y los cánticos se sucedían en medio de ardorosas y breves  homilias o equivalentes. El espectáculo, pues para mí era un espectáculo, no era novedoso porque lo había visto unas cuantas veces  en el cine y en la televisión, pero sí emocionante por el profundo sentimiento de comunidad que transmitía.

Y acaso eso fue lo más importante que me llevé de allí cuando, al cabo de un cuarto de hora, no pudiendo soportar más el calor que hacía  dentro, salí  para darme de bruces con un sol blanco y omnipotente que, a más de gafas de sol, precisó que abriera mi paraguas a modo de sombrilla.

Sentado luego en el borde una acera que daba a una tapia que daba a una especie de almacén, fui contemplando cómo los feligreses, todos negros, por supuesto,  iban saliendo del templo poco a poco, en grandes grupos familiares, vestidos , como se decía antes, «con sus mejores galas»: los hombres de traje y corbata, las mujeres con vestidos largos , moños altos y muy repintadas y niños y niñas a la par de sus mayores en pequeño formato. Y pensé que verdaderamente había coherencia entre el sentimiento de comunidad que había percibido  media hora antes y  este burbujeo social que homologaba en la vestimenta probablemente a gentes de muy diversos recursos, ricos y pobres. Algo así como  en tiempos ya lejanos , en nuestros lares, los campesinos y los baserritarras, llegado el  Día del Señor, se ponían el «traje de domingo» ( que solía ser el de sus bodas y el de las bodas en general) y se iban a  escuchar misa a la parroquia con la perspectiva del posterior vermouth y la consiguiente comida familiar…

Y en estas meditaciones estaba yo cuando una sombra se detuvo ante mí. Levanté la mirada y vi a un señor negro ya entrado en años, impecablemente vestido y apoyado en un bastón: » You´re OK?» me dijo entrecerrando los ojos. Y yo, sonriendo, le respondí: » Yes, yes, of course, thank you very much!»… Hacía mucho tiempo que nadie me preguntaba algo así.

 

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