Ayer, cuando ya se disolvía la manifestación de apoyo al referendum catalán del uno de octubre y frente a la puerta de los juzgados de la calle Buenos Aires – que estaba cubierta de carteles blancos reivindicativos- me encontré con un antiguo alumno y, al poco de saludarnos ,me preguntó qué pensaba sobre lo que está ocurriendo en Catalunya. Le contesté que no pensaba nada, pero que estaba un poco mosqueado por el efecto mediático colateral que estaba teniendo la aparente lucha de titanes entre la Generalitat y el Estado.Como no le gustó mi respuesta , se despidió brúscamente y se marchó. Al principio me quedé un poco cortado, pero luego, bajando hacia el Ayuntamiento, me dije que ya me sentía lo suficientemente mayorcito como para responder a las preguntas que me diera la gana y callarme cuando así lo estimara oportuno.
Y de haber tenido la oportunidad me hubiera explayado comentando que , en efecto , la dinámica de periódicos, radios, televisiones y redes sociales me parecía preocupante pues , de pronto, algunos otros temas parecían haber sido abducidos por el torbellino político y confinados a un pasado supuestamente lejano. Temas como la corrupción que en ambas partes ha habido o la noticia de que de los 46.000 millones de euros que » pusimos» para rescatar a los bancos sólo se vayan a rescatar unos 6.000…O que ,a pesar de que el PIB ha crecido en el último año en un 3,1 %, los costes laborales han descendido un 0,2 %…Por no mencionar que, por ejemplo, la intervención de la hacienda catalana se está llevando a cabo por medio de una ley de estabilidad presupuestaria que la CiU de entonces y el PDdC de hoy pactó con el PP hace cinco años bajo la bandera austera de «la responsabilidad»…
Pero, en efecto, no tuve la opotunidad y además recordé que , como muy bien explicaba J.L. Talmon en su libro Mesianismo Político, entre la nacional y lo social , al menos hasta 1968, siempre había ganado lo nacional…