Según me han comentado, en los años cuarenta (del siglo pasado) existía un singular sistema de promoción del arte de la tauromaquia, en la hoy tan desfallecida Plaza de Toros de Vista Alegre, de Bilbao.
Así, los aspirantes al título de novillero o banderillero se presentaban en dicho albero ante un jurado compuesto por lidiadores, administradores y empresarios, y pujaban en tandas, llevándose el puesto quien más apostaba por sí mismo. El monto – que solía ser de unas quinientas pesetas por novillero y doscientas por banderillero- se devolvía a los interesados en entradas que debían vender o regalar a amigos y familiares. Asimismo , la elección suponía el préstamo del traje de luces correspondiente, así como de los utensilios toreros. De esta manera los aspirantes tenían la oportunidad de tener público y la ocasión de que algún ojeador presente en su actuación, les fichara para las fiestas y ferias inmediatas.
Me ha venido a la cabeza este sistema de promoción al recordar la irritación que he percibido en muchos lletraferits, escritores y escritoras amateurs, cuando se ha planteado la posibilidad de la autoedición ante la negativa recibida de grandes o pequeñas editoriales. Y sospecho que esto me ha ocurrido al comprender que quienes sienten tal irritación se suponen lo suficientemente aceptables , literariamente hablando, como para ser pagados y no paganos. Lo cual es mucho suponer en un mundo atravesado por un sistema literario muy consolidado en el que el binomio «calidad – número de ventas» suele estar equilibrado por una Crítica no siempre neutral ( todo esto ya lo explicó y muy bien Pierre Bourdieu en Las Reglas del Arte. Génesis y estructura del campo literario , 1997 ).
Pero aún así, quizá no vendría mal rescatar en este proceloso y complicado mundo de la literatura ( y del arte en general) aquel espíritu emprendedor de los novilleros y banderilleros mencionados que, de tan convencidos de su maestría incipiente, apostaban por sí mismos en aquellas viejas pesetas y en pública subasta…