Esta mañana la ría bajaba lenta , densa y silenciosa hacia la mar oscura. Se llevaba con ella un manto de hojas secas amarillas y rojas, que era tan tupido que daba ganas de atravesarlo sin mayor prisa.Más vale que no lo he intentado pues en este, como en otros casos, lo físico se lleva un tanto mal con lo metafísico.
Pero aún así…Este cruzar las aguas parece ser una de las matrices comunes de muchas civilizaciones. En la más próxima, la judeo-cristiana, Moisés abrió en dos el Nilo para permitir pasar a los suyos perseguidos por las huestes egipcias; y el mismo Jesucristo sorprendió a los también suyos yendo y viniendo tranquilamente por el lago Tiberíades. Otro sí, en el mundo oriental – y por poner un ejemplo diferente – el libro-madre-de-todos-los-libros, el I Ching , da una singular importancia a la ocasión para «cruzar las grandes aguas» o «permanecer símplemente alerta» o, incluso , «dejarse llevar por la corriente».
Y si las aguas, y cruzar la aguas tienen ya de por sí fuertes connotaciones simbólicas, el puente, los puentes que habitualmente sirven para unir (y separar ) las riberas, no las tienen menos. Al menos así lo entendieron los Papas cristianos (Pontífices: ponti-fex), pero también sociólogos como Simmel o Bollnow que dejaron escritas agudas reflexiones sobre ello.Y por otro lado, ¿quién no se acuerda de El puente sobre el rio Kwai de David Lean o aquel Bridge over Troubled Water, de Simon y Garfunkel…Hoy en día también se habla mucho de «tender puentes» y/o «volar todos los puentes» como si fueran remedos de soluciones o verdaderos remedios.
Vaya , que es increíble lo que se me va la olla cuando,haciendo un alto en el camino, levanto la mirada de la ría y me encuentro con algún puente bajo el que pasan aguas no tan turbulentas…
«
No sé por qué me da que si te olvidaras de la filosofía escribirías mejor. El primer párrafo es perfecto; para mi gusto, claro.
Lo sé, lo sé…