El cielo y el mar, de tan azules , se confunden en el horizonte. Bajo hacia el pantalán con la torpeza de un corzo joven a pesar de que hace poco ya me reconocieron como senior en la entrada de un museo- y no pagué nada. Voy tapado como un agente secreto de los de antes- gorra, gafas de sol incrustadas y niki con vuelta de cuello hacia arriba- y me brilla la nariz de la crema «absolute protection» que me he dado con generosidad.
En el barco me esperan los colegas y nuestro instructor Manolo, hombre de paciencia infinita. Quedo encargado del largo de popa, y tras las órdenes correspondientes , abandonamos lentamente el pantalán – «¡ Ya sabéis que no se puede pasar de los tres nudos¡». A la vuelta me tocará atracar y lo conseguiré al segundo intento.
Mientras avanzamos proa a la salida del Abra bajo un sol omnipotente y una ligera brisa, recuerdo otras singladuras, en las que casi navegaba » de propietario» o , como mucho ,de grumete. Así la de Ayamonte al cabo San Vicente por las aguas tan frías del Atlántico; o las más peleonas del Mar de Norte; o las no menos complicadas a pesar de su aparente placidez veraniega, de las islas griegas. Pero siempre me quedó pendiente una breve excursión a las Illes Formigues catalanas, una y otra vez prometida por mi tío Julio Manegat – que fue, por otro lado, quien me hizo amar el mar ( y la literatura- y siempre postergada.
Algunas veces, amigos muy próximos me comentan que tengo una idea muy romántica del mar , y que eludo su condición general peligrosísima. No lo creo, pues todo, desde la partida, está pensado hasta la obsesión para mantener el contacto permanente y la máxima seguridad. Otros – y otras- me dicen que no acaban de comprender ese , en tantas ocasiones, no ir a ninguna parte y más si la navegación es tan pura como lo es a vela. Sobre esto sólo se me ocurre ponerme machadiano y citar aquello de » Caminante no hay camino, sino estelas en la mar.
En este caso, además, el nombre el barco es en sí mismo metáfora y resumen de todo lo anterior pues voy zarandeandome en el Quo vadis y pendiente de tomar la ola por la amura de estribor…