En una reciente entrada de su siempre interesante blog ArkiLectura, Javier González de Durana, aborda algunos aspectos de los planes urbanos más recientes de Éibar.
Comentando uno de ellos ,González de Durana dice :»Sólo la ambición de lograr el mayor beneficio privado posible -exprimiendo el escaso suelo urbano para levantar cientos de viviendas nuevas en donde al parecer hay alrededor de 1.000 vacías- y una incomprensible tolerancia municipal mueven esta iniciativa inmobiliaria».
No he querido conocer la composición del ayuntamiento armero, porque da toda la impresión de que hoy en día la política ,en general, se confunde con la gestión y la gestión, a su vez con la eficiencia tecnocrática, de forma y manera que las instituciones, sobre todo las más próximas a la ciudadanía, ya sólo pretenden operar como intermediarias neutrales, sin vincular sus acciones a valores por mucho que en los programas de los partidos políticos se mencionen expresiones como «bien común».
Esta renuncia a la intervención serena pero persistente, es una renuncia a todo aquello que la política tiene de propio y tanto más cuanto en tantas ocasiones se revela condicionada por la corrupción del uno o el tres por ciento y el amiguismo patrimonialista.
Al respecto , otra buena prueba de la inutilidad de la acción política es la tolerancia municipal del Ayuntamiento de Bilbao ante el macroproyecto del Obispado para la parcela que actualmente ocupa la Escuela de Magisterio diocesana-BAM en el barrio de Abando y que pretende construir un gran edificio multiservicios, de siete plantas y cinco sótanos, con el concurso de la mútua privada Mutualia y de la constructora Murias, colmatando todo el espacio disponible.
Y desde luego nada de todo esto tiene que ver con la tolerancia que proclamaba Voltaire, sino con una abstención de los deberes
de defensa de la ordenación urbanística frente a los intereses privados, llevada a cabo por munícipes que deberían ser apartados
por las direcciones políticas correspondientes si fueran coherentes con las ideas que dicen defender.
Pues la desafección de la ciudadanía por la política comienza en cada barrio y son ya muchas las voces que repiten aquello de «Quousque tandem abutere, municipes, patientia nostra?»
Nuestros munícipes, me temo, no son Catilina, así que si alguno responde lo hará «ad calendas graecas».