Aficionado como soy a la literatura autodiegética, leí en su momento las curiosa autobiografía de Antoni Tàpies ( Memoria personal, Seix Barral, 1983). En ellas se hace mención a una modo de hierofanía, una experiencia mística que según el artista catalán, le transformó personalmente y dio un nuevo rumbo a su creatividad.Y efectivamente su obra no parece haberse desprendido nunca de este toque trascendental que tiende a inducir a la meditación en quien la contempla.
En el caso de Chillida, la trascendencia ha venido en gran parte impuesta por sus intérpretes, siempre en el contexto de la crítica del «campo artístico» ( en palabras de Pierre Bourdieu) y de sus derivaciones o supuestos filosóficos, como fue el caso de Martin Heidegger.
Sirva todo lo anterior para contextualizar la exposición de nueve esculturas y cinco pinturas del artista catalán que se presenta en el caserío Zabalaga de Hernani, sede del Chillidaleku, bajo el comisariado de Nausica Sánchez, Estela Solano y Mireia Massagué.
Una exposición que une al disfrute del edificio tan magníficamente rehabilitado el encuentro con las piezas de Tàpies en un diálogo con el mundo de Chillida que genera un efecto sugerente y creador de interesantes sinergias estéticas.
Y si a ello se añade un lento paseo matutino o a primeras horas de la tarde por las verdes campas aledañas, la visita bien merece la pena…
(c)VicenteHuici : http://www.vicentehuici.com/ibiltaria
Curioso como poco, la búsqueda de trascendencia en época materialista por parte de un pintor que evitó todo intento de metafísica , incluso desde la elección de materiales que «eran»y no «significaban».