Mi amigo Mikel* está muy preocupado. Ayer, mientras nos tomábamos un par de cañas aprovechando la bonanza primaveral, me comentó que se había dado cuenta de que siempre había vivido intentando desarrollar proyectos ajenos.
No me suelo fiar ni un pelo de este tipo de afirmaciones tan aseverativas y culposas, así que me limité a dar un lento y largo trago . Ante mi escepticismo inarticulado, continuó hablando: » De verdad, de verdad que ha sido así. Primero procuré continuar en la clandestinidad el trabajo político que mis abuelos habían abandonado en su exilio exterior o interior. Luego, intenté rescatar la empresa familiar que mi padre había llevado casi hasta la ruina; y por fin, se me ocurrió culminar el ensayo definitivo sobre la «Pragmática de la Memoria» que mi maestro, un catedrático en el límite de la agrafia, había comenzado por varias partes y dejado en barbecho en otras tantas ocasiones…».
Fuí a por otro par de cañas. Al volver, Mikel tenía la mirada perdida. «Es difícil vivir sin introyecciones. Es más me atrevería a decir que es imposible, porque querámoslo o no siempre tenemos algún modelo anclado emocionalmente en lo más profundo de nuestro ser…» le dije en tono doctoral y con escasa convicción manifiesta.
«¿A tí también te ha ocurrido?» dijo emergiendo de su nube. «Por supuesto. Yo me empeñé durante muchos años en escribir la novela exitosa ( de crítica y ventas) que un querido tío mío no había sido capaz de publicar nunca aunque hubiera publicado unas cuantas » ¿Y?». » Pues ya ves …he acabado escribiendo haikus». »
Y nos bebimos en silencio otra caña más antes de volver a nuestros refugios familiares…
*Quienes no conozcan a los personajes de esta saga, pueden consultar: http://blogs.deia.com/el-paseante/2016/11/20/dramatis-personae/
Ya sé que su bloc va de filosofía y de otras cosas parecidas pero lo que más me gusta son los retazos de literatura. Por ejemplo en este escrito me gusta más la expresión «me limité a dar un lento y largo trago» que todo lo demás. Se ve que soy «mu pedestre»
Se procurará, don Antonio…