Hace unos días el listísimo Luis María Ansón comentaba en una columna que nos encaminabamos irremediablemente hacia una Huelga General.
Argumentaba el proteico escritor que , en su opinión, tanto la repetición de las elecciones españolas como las catalanas y las consiguientes dificultades para formar gobierno ya indicaban un grave desajuste entre lo político y lo social, desajuste que se había incrementado con «la crisis catalana».
A ello, continuaba, se había sumado una notable subida de ocupación de la calle que estaba culminando con la huelga feminista del 8 de marzo y las multitudinarias manifestaciones de jubilados del 17…Todo lo cuál, finalizaba , había generado en efecto un ambiente muy caldeado que hasta un importante empresario había definido como de potencial Huelga General
Curiosamente, a los pocos días, la UGT dejaba entrever una alternativa similar…
La cuestión es que en estos tiempos ya no sabemos muy bien qué es una Huelga General. Porque una huelga «declarada», con servicios mínimos de obligatorio cumplimiento, sin posibilidad de » piquetes informativos» , con manifestaciones escoltadas por policías armados hasta los dientes…¿Es una Huelga General?
Habría que preguntárselo a la Pasionaria o a Facundo Perezagua que utilizaron este último recurso de forma tan violenta y acaso tan drástica como los despidos masivos e indiscriminados de la Patronal…y en todo caso siempre reprimidos por contingentes militares como en 1890 o en 1910 .
Cuenta Vicente Blasco Ibáñez ,en esa novela periodística que es El intruso ,que en una de aquellas huelgas, no quedando ya otro recurso para detener a las masas que avanzaban a paso de cartucho de dinamita por la Gran Vía de Bilbao , se sacó a pasear la Santa Custodia con todo el aparallaje de palio e incienso correspondiente y que se armó la marimorena porque los obreros eran mayormente descreídos…
Así que no sé. Pero en esta sociedad ya tan descreída, acaso montar la marimorena sea la única forma de Huelga General, pues las de finales del siglo pasado y las de primeros de este sólo han servido para cambiar de gobiernos – y a veces ni para eso- pero en ningún caso de políticas…que era lo que le preocupaba ( por activa y por pasiva) al insigne Ansón .
Ya te oí contarlo en clase pero lo de la Santa Custodia no lo recordaba.
Creo que El intruso, de Blasco Ibañez, que recoge de manera novelada la vida del Dr. Areilza y del mundo de las minas y de la oligarquía vizcaína debería leerse aunque no sea una gran obra literaria.