¡VOLARE…!

Son las cinco y media de la mañana.Corre una fresca brisa primaveral y todavía no ha amanecido. En la parada del autobús tan sólo hay un par de guiris delgadurrios  y nosotros.
Por  fin llega el autobús del aeropuerto. Viene hasta los topes. Subimos. Los guiris se quedan rezagados:quieren pagar con tarjeta pero la que tienen no les vale, luego lo intentan en metálico pero con billetes de 50 euros que tampoco se aceptan.Comienza entonces una agria discusión.El conductor les conmina firmemente, a gritos, a   que se bajen y el personal comienza  a impacientarse.Me adelanto y pago sus billetes .Los recogen sin decir ni , como si les asistiera un derecho divino extraterritorial.Tampoco hacen amago alguno de agradecimiento: «Haz el bien y no mires a quien»-  decían los Hermanos Maristas en mi infancia.
Ya en el aeropuerto,una vez hecho el embarque,  el vuelo es rápido.Sin embargo,  a la llegada,  y pretendiendo conectar  con un nuevo vuelo, tras varias vueltas, trenecillo incluido, una desgraciada organización- confesa por uno de los operarios – nos hace  pasar  de nuevo por el control de seguridad.
Llevamos un documento europeo de viaje,pero nadie  nos ha comentado  si hay que hacer otro similar a la vuelta: todas oficinas ad hoc  están  cerradas a cal y canto.
Llegados al destino final, salimos a la calle sin que nadie  nos reclame el dichoso documento europeo dPLF que , por cierto, nos costó toda una tarde  cumplimentarlo.
Ya en el hotel, reflexiono sobre todo lo anterior  y concluyo que a pesar de la propaganda buenista hay gentes que son más  papistas que el Papa,  que hay ciudades que no están  preparadas para recibir – ni para despedir- turistas por mucho que se empeñen, y ,por fin que Europa continúa siendo una agrupación de una ineficacia clamorosa.

Y, no sé porqué, recuerdo aquello de  la familia, el municipio y el sindicato, bases articuladoras de la denominada democracia orgánica, aquella de la época del » Volare... «,  con el que Domenico Modugno ganó el Festival de San Remo de 1958…

4 respuestas a «¡VOLARE…!»

  1. ja….ja……..ja……………. Buena literatura don Vicente, muy buena. Siempre te encuentras «samaritanos» por el mundo. Una vez en Barajas un señor extranjero me pagó el billete hasta Donosti porque había habido un apagón y no funcionaban los datáfonos. El hombre se fió de mí para que le hiciera una transferencia. La verdad es que servidor tiene cara de «pan bendito»

  2. Bueno, Sr. Huici, «nadie nace aprendido», eso de que hay ciudades que no están preparadas para recibir y despedir turismo por mucho que se empeñen, suena a imposibilidad metafísica… Déles un poco de tiempo. El «procesado» de turistas en grandes cantidades requiere de unos aprendizajes y unas evoluciones que no se dan de la noche a la mañana…
    Y, por otra parte, y después de haber dado ya algunas vueltas por esos mundos de dios (y de «redios», en ocasiones), también hay que decir que ciudades turísticas por antonomasia tampoco se libran de inoperancias y desesperaciones realmente notables y llamativas.
    Eso sí, eso de que dos epifenómenos con piernas, después de tener una gresca para acceder al bus del aeropuerto a las 5:30 y estar en un tris de quedarse abajo, cuando un ser de luz les abona los billetes, no se dignen mostrar una miajita de agradecimiento (aquí es cuando se echan en falta emoticonos)… Supera lo sorprendente y entra en el terreno de lo sobrecogedor, de lo biológicamente incomprensible…
    ¿Será una aplicación novedosa del dicho?… ¿Algo así como «Recibe el bien y no mires de quién»?… ¿Quizá demasiado amor y atención en su infancia?… ¿Quizá demasiado poca?…
    En modo pedrusco se queda uno en situaciones así.

    1. Así es, en efecto.Pero a los responsables ( políticos,técnicos)ad hoc, no les vendría mal viajar y analizar otras experiencias.Así se evitarían anécdotas como las relatadas…Y, por ejemplo, esas toscas apologías sobre la llegada de gigantescos cruceros a estas tierras…

  3. La «tosquedad» casi siempre es criticable…
    La llegada de grandes cruceros, en cambio, es una fuente de riqueza para las zonas comerciales donde desembarcan y tampoco se ve que sea especialmente criticable, respecto a otras formas de llegada (no estando en Venecia o casos similares), más allá de los gustos personales de cada uno sobre cómo prefiere que le «procese» la industria turística…

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