(José María Aznar, un caso de carisma paradójico)
Esta mañana mientras me limpiaba los dientes he escuchado en Euskadi Irratia que un político decía sobre el Estatuto de Gernika que » a él le gustaba mucho».
Al principio lo he dejado pasar como si estuviera en plena meditación zen, pero luego, durante mi paseo por Abandoibarra, he recordado frases del mismo tipo como » mientras yo sea presidente del gobierno» o incluso otras de similar énfasis como aunque distinta sintáxis como » aquí, el que la hace la paga».
Y me he sorprendido a mí mismo detectando un a modo de yoísmo político – técnicamente un «egotismo»- ausente durante muchos años – acaso desde la época de S. E.
La utilización del «yo» formando parte de la argumentación política remite sin duda al tipo de poder carismático que enunció Max Weber y en los casos mencionados puede haber pocas dudas sobre los referentes carismáticos previos, lo cual no quiere decir que sean efectivos porque el carisma ( esa «marca» o χάρισμα cuasi divina) no lo puede llegar a tener cualquiera por muchos asesores ( y asesoras ) de imagen que tenga.
Y, por otro lado, buscar en el «yo » un punto sólido de intervención política, a más de remitir a la tradición más conservadora y populista, puede ser que empalme con la horizontalidad de todos esos yoes que se manifiestan tan ávidos de reconocimiento en las redes sociales, pero su perduración es muy limitada, casi momentanea y el riesgo de que el carisma se convierta en una ocasión para romperse la crisma ( políticamente hablando), muy elevado…
Pero como se decía, doctores tenía ( y tiene ) la iglesia, y asesores (y asesoras) nuestros políticos…yoícos.