En medio de un ambiente tan cargado por la amenaza de una pandemia que acaso oculta una endémica y solapada guerra comercial , y entre los corchetes de milenarismos resucitados y dimisiones no hace mucho impensables, consuela y mucho tener la oportunidad de ver Zazie Dans Le Métro, del director francés Louis Malle ,filmada en 1960.
Esta impagable oportunidad hay que agradecérsela al ciclo sobre «Cine y Ciudad» que, presentado por el siempre excelente Eneko Lorente, ha organizado el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro en su sede de Bilbao (1).
Y consuela porque la divertida historia de Zazie , una traviesa y malhablada niña que llega a París para pasar un tiempo con su tío Gabriel y cuya única obsesión es hacer un viaje en metro, es una hábil excusa para hacer una ácida crítica de la sociedad francesa de los años sesenta, y constituye una apuesta formal innovadora y disruptiva.
Pues más allá de mostrar las derivas hacia un futuro de ciudades colapsadas ,dependientes de los transportes, o la transformación de los viajeros reposados en turistas frenéticos, la combinación de registros tan diferentes como el cine cómico, los documentales de largos planos -secuencia , los picados y contrapicados expresionistas o los juegos de cámara surrealistas, permiten una resolución agil y a la vez contundente, convirtiendo el film en un clásico.
Y la prueba más clara de ello es que, sesenta años después ,
Zazie Dans Le Métro continúa moviendo a la sonrisa y a la reflexión, dos manifestaciones ciertamente ausentes hogaño en nuestros lares, entre tanta supuesta y gritona severidad casi siempre abducida de irracionalismo…