AZ (o la repetición sin diferencia)

Celebróse recientemente el X aniversario del Azkuna Zentroa de Bilbao, con ordenada pompa y circunstancia. Acudieron autoridades varias- y entre ellas un concejal de movilidad , siempre de sorprendentes ideas, que ha decidido esta semana que los automóviles no puedan circular por la Villa a más de 30 /h con el consiguiente incremento de la contaminación atmosférica- , gentes varias del mundo del arte y de la cultura, y un pelotón multicolor en el que me encontraba mismamente yo mismo por eso de las casualidades de la vida.

En conjunto, el acto fue breve – de esos que le hubieran gustado a Gracián – y amable. Entre el surtido de intervenciones más o menos institucionales se pudo escuchar a la Orquesta Sinfónica de Bilbao y al Coro Rossini, si bien desarrollando composiciones un poco ajenas a la pretensión de que el AZ sea un Centro de Cultura Contemporánea, pues lo más adjetivo al respecto fue la interpretación floreada de «Let it be», una canción firmada por The Beatles en 1970: al parecer no se atrevieron con alguna obra de nuestro autóctono Luis de Pablo, por aquello de no romper la armonía ambiental.

Otro sí, destacó el procer máximo la vocación de posicionar a la Villa en el concurso de la cultura global y globalizada por medio de las cada vez más proyectivas actividades del AZ, para lo cual se había dotado este de un proyecto-programa que (de) debía servir de referencia internacional.

Y me pareció bien, como hubiera dicho el príncipe Salina, solo que he visto ya muy perdido que el AZ sea un referente local que es también lo que le correspondería municipalmente: durante varios años y antes de que se estrenase la dirección actual y la anterior fuera a posicionarse, esa sí, internacionalmente, colaboré en la Letra Eskola de la entonces AB que bajo la coordinación de la escritora Mónica Crespo y en compañía del también escritor Jon Bilbao, llevó a cabo una singular labor de sensibilización y práctica por medio de diferentes talleres de escritura para los que siempre había que tener numerus clausus , debido a la demanda existente. Una actividad formativa que luego fue considerada inadecuada por el escaso impacto mediático: se prefirió ver a un despistadísimo Paul Auster vagando por el AZ que mantener aquella Letra Eskola de humilde pero básica condición.

A la salida del acto todo fueron parabienes, y aún y siempre agradecido, me quedé con la impresión de que había asistido a algo que pertenecía en su fondo y forma a esa manera de «estar-en-el -mundo» pre-pandémica – y no sé si incluso pre-pandémica de la grippe de 1918 – en la que cierto palurdismo se ve aupado hacia una engañosa globalización desatando una impropia competencia interinstitucional…

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