«Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros«. Esta famosa sentencia, atribuida al célebre Groucho Marx, puede que adquiera en los próximos meses una severidad ajena a su origen sardónico.
Me refiero, por supuesto y con perdón, a la guerra llamada «de Ucrania».
Pues haciendo abstracción ,en la medida de posible ,de los profundos argumentarios geopolíticos que se han desplegado desde el mismo comienzo del conflicto y que han generado una nueva «batalla por el relato», las medidas de presión económica adoptadas por la Unión Europea están comenzando a tornarse problemáticas.
Y buena muestra de ello es el efecto boomerang que tales medidas están teniendo, favoreciendo una inflación galopante debida entre otras causas al alza del precio de la energía – muy condicionada por el gas ruso – y de algunas materias primas y alimentos.
El inefable Josep Borrell, manifestación máxima e institucional de la impotencia europea, ha insistido y continúa insistiendo en la necesidad de respetar unos principios de Derecho Internacional que han sido conculcados una y otra vez en el caso en cuestión, y ya se están levantando voces que cuestionan el seguidismo de fondo al Amigo Americano.
Porque la pregunta es si la ciudadanía europea está dispuesta a sufrir las consecuencias cotidianas de la actitud de la Unión Europea ante esta guerra, toda vez que la Federación Rusa debería llegar a ser más bien un aliado global ante la lucha final que se atisba en el horizonte, entre USA y la República Popular China.
Lejanos los tiempos de aquel tan hispánico «Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra» del quijotesco almirante Méndez Nuñez o del quevedesco «No es por el huevo, es por el fuero«, defender los barcos que traen el huevo, puede llegar a convertirse en la alternativa de una realpolitik que coloque a los principios en su lugar…
«Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros«… Pero no otros cualesquiera…